DESPUES DEL DESEMBARCO
Testimonios
"Estábamos en una situación singular. A nuestra espalda el monte, al frente el caudaloso Uruguay sobre cuyas aguas batían los remos de las tres lanchas que se alejaban; en la playa yacían recados, frenos, armas de diferentes formas y tamaños; aquí dos o tres tercerolas, allá un sable, aquí una espada, más allá un par de pistolas; ponchos por un lado, sombreros por otro, todo mezclado como se había desembarcado.
Este desorden, agregado a nuestros trajes completamente sucios, rotos en varias partes y que naturalmente no guardaban la uniformidad militar, nos daba el aspecto de verdaderos bandidos.
Desde las once de la noche del 19 hasta las nueve de la mañana del 20 nuestra ansiedad fue extrema. Continuamente salíamos a la orilla del monte y aplicábamos el oído a la tierra por ver si sentíamos el trote de los caballos que esperábamos.
Lavalleja se paseaba tranquilamente al lado de un grupo de sarandíes, y habiéndose acercado don Manuel Oribe y Zufriategui diciéndole que eran las seis de la mañana y no llegaba Gómez con los caballos, les respondió sonriéndose: "Puede ser que Gómez no venga porque los brasileros lo tendrán apurado, pero Cheveste volverá y con los caballos; es capaz de sacarlos de la misma caballada de Laguna".
Cuando don Tomás Gómez, acompañado de Cheveste y Manuel Lavalleja llegaron con los deseados caballos, hubo muchos de nosotros que se abrazaron al pescuezo de estos, dándoles besos como si fuesen sus queridas."
Teniente Atanasio Sierra
martes, 20 de abril de 2010
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